El miedo es una emoción pasiva, cuando lo sentimos nos retiramos, nos hace sentirnos indefensas, vulnerables y desprotegidas. Es altamente contagioso; un cáncer emocional que condiciona nuestra manera de actuar, nuestras decisiones y actitudes. Finalmente nos convertimos en el miedo.
Limitar nuestra capacidad con excusas es un claro reflejo del miedo que nos da ampliar nuestra visión y probar algo nuevo. Nos anticipamos pensando que no saldrán bien las cosas, que podemos cometer errores o inclusive fallar. En miedo dejamos de ver las oportunidades.
En estos tiempos en que la volatilidad del mercado está al máximo, el miedo y la incertidumbre abundan, los inversionistas pueden verse fácilmente contagiados por temor. En las últimas semanas, los mercados han despertado esta emoción en muchos y esto ha llevado a algunos a tomar decisiones financieras bastante negativas basadas en emociones y sin razonamiento sólido.
Cuando experimentamos momentos de gran volatilidad únicamente existen dos caminos: basarte en tus emociones y huir, o resistir y mantener el rumbo.
La experiencia revela que incluso en los momentos que parecen ser los peores para un inversionista, terminan realmente siendo algunas de las mejores oportunidades para mantenerse a bordo o incluso para comenzar. ¿Por qué? Porque históricamente hablando, los mercados que caen, suben y viceversa. No hay registro de un mercado ascendente sin fin y tampoco debe ser nuestra expectativa a la hora de invertir.
Como sabemos, conocimiento es poder y cuanto más aprendamos, mejor preparados estaremos para responder a situaciones en donde el miedo naturalmente puede visitarnos. De ahí la importancia de conocer cómo son los ciclos del mercado y cómo el miedo puede tener un impacto negativo sustancial en la trayectoria financiera a largo plazo.
Un portafolio de inversión adecuadamente estructurado:
– Toma en cuenta las fluctuaciones del mercado.
– Ofrece diversificación a través de distintos instrumentos y activos financieros.
– Minimiza el impacto de los ciclos del mercado.
Vivimos en un mundo en donde el confiar en los “instintos” se percibe como una fortaleza. Sin embargo, cuando se trata de decisiones financieras e inversiones, la objetividad debe ser nuestra base e influencia principal por encima de cómo nos podamos sentir.
Recuerda que quien no controla sus emociones, no maneja sus inversiones. Razón por la cual el tema psicológico y de comportamiento es uno de los factores que más influyen a la hora de obtener mayor o menor rendimiento a largo plazo en los portafolios de inversión.
…y cuántas cosas perdemos por miedo a perder?
Algunos de los factores psicológicos que más afecta la rentabilidad son:
1. Miedo a la pérdida: esto sucede cuando el inversionista vende para salir del mercado durante una caída, es decir en el peor momento posible.
2. Visión limitada: es cuando se toman decisiones sobre una porción del portafolio dejando de lado el impacto y efectos que pueda tener sobre la totalidad del bienestar financiero.
3. Poca adaptabilidad: por ejemplo quienes se enfocan en rendimientos pasados sin lograr adaptarse ni hacer los ajustes necesarios ante un mercado que está en constante cambio.
4. Poca diversificación: cuando se maneja una cartera concentrada en activos que de alguna manera están vinculados o relacionados entre si.
5. Seguir a la masa: quienes actúan según lo que todos hacen generalmente terminan invirtiendo o comprando cuando el mercado está alto y caro y terminan vendiendo cuando el mercado está bajo.
Recuerda que las decisiones financieras basadas en el miedo nunca llevan a movimientos inteligentes de dinero. Por lo tanto si deseas protegerte puedes:
1. Buscar guía profesional de un asesor financiero que te estructure un esquema de protección y planificación hecho a la medida. Es la manera de tener acceso a alguien que te brinde recomendaciones objetivas, que te apoye en el manejo de emociones, te mantenga en el rumbo correcto y continúe formandote a lo largo del proceso.
2. No tomar decisiones apresuradas ni hacer movimientos drásticos de dinero basado en tus emociones. Espera un tiempo antes de tomar cualquier decisión.
3. Adquirir conocimiento sobre finanzas y mercados.
La prosperidad es un estado mental y logramos cambiar nuestra mente cuando identificamos nuestros miedos para vivir mejor. Dedícate de lleno a trabajar y esforzarte por ir tras tus sueños, generar nuevos y diversos ingresos y alcanzar las metas financieras que tienes. Recuerda que en donde muere el miedo nace la libertad.